Artículo de información

Jorge Aristides Malqui Espino, José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez

28 de octubre del 2025

La historia religiosa del sur peruano encuentra en Ica uno de sus capítulos más antiguos y significativos. La fundación de la primera ermita en el área conocida como Hurin-Ika marcó el inicio del proceso de evangelización impulsado por la orden franciscana en el siglo XVI. A partir de 1556, bajo la encomienda de Nicolás de Rivera el Viejo, los misioneros comenzaron a levantar una pequeña capilla destinada a introducir el cristianismo entre los pobladores locales. Este primer templo, construido con materiales sencillos, se convirtió en el punto de origen de la fe católica organizada en la región y en el antecedente directo de lo que siglos después sería el Santuario del Señor de Luren (Carrasco Freitas, 2025).

El proceso de evangelización se desarrolló dentro del contexto colonial de la primera mitad del siglo XVI, cuando las autoridades virreinales buscaban establecer centros religiosos en cada encomienda. En el caso de Ica, la ermita de Hurin-Ika permitió a los franciscanos realizar los primeros oficios, bautizos y doctrinas cristianas, consolidando una comunidad religiosa permanente. La coexistencia entre las costumbres indígenas y las enseñanzas católicas dio origen a una religiosidad mestiza, en la que el sincretismo se convirtió en rasgo distintivo del nuevo orden cultural que comenzaba a configurarse en el valle (Parra & El Sous, 2008).

La ermita de Hurin-Ika y los primeros misioneros

Los registros históricos atribuyen a los franciscanos la fundación de la primera ermita formal de Ica en 1556. Fue un espacio de oración modesto, pero decisivo para el desarrollo espiritual de la población local. Los religiosos, siguiendo el modelo misionero establecido en la costa central, organizaron allí los primeros actos de catequesis y culto. La elección de Hurin-Ika como sede se debió a su ubicación estratégica dentro de la encomienda y a la existencia de una población estable, lo que facilitó la labor pastoral. La ermita se convirtió así en la primera expresión arquitectónica de la fe cristiana en el sur peruano (Carrasco Freitas, 2025).

Aunque las fuentes documentales son escasas, la tradición iqueña conserva la fecha del 13 de mayo de 1556 como la conclusión de las obras. Posteriormente, en 1559, la ermita habría sido ampliada gracias al apoyo de los pobladores locales, transformándose en la primera parroquia del valle. Este crecimiento refleja la rápida aceptación del catolicismo entre los habitantes y el interés de la Corona por institucionalizar la religión como instrumento de cohesión social. La ermita de Hurin-Ika se convirtió, desde entonces, en el centro espiritual y administrativo de la zona (Uribe Echegaray, 2025).

El desarrollo de la fe católica en Ica fue acompañado por un proceso de integración cultural que permitió la coexistencia de símbolos, costumbres y festividades. La arquitectura del templo, inicialmente sencilla, comenzó a incorporar elementos decorativos propios de la tradición andina. Los cantos y rituales adquirieron un matiz local, configurando una religiosidad híbrida que se mantuvo a lo largo de los siglos. Este fenómeno explica por qué la devoción iqueña conserva aún rasgos de identidad mestiza que trascienden la frontera entre lo indígena y lo hispano (Parra & El Sous, 2008).

Con el tiempo, la ermita dejó de ser solo un espacio de culto y se transformó en un punto de referencia social y cultural. Los pobladores acudían no solo por motivos religiosos, sino también para resolver asuntos comunitarios, recibir instrucción y participar en celebraciones colectivas. Así, la pequeña capilla de Hurin-Ika adquirió una relevancia que fue más allá de lo espiritual, sentando las bases de la identidad iqueña en torno a la fe (Carrasco Freitas, 2025).

El nacimiento del curato y los primeros registros sacramentales

A mediados del siglo XVI, la parroquia de Hurin-Ika fue elevada al rango de curato, consolidando su papel dentro de la estructura eclesiástica del virreinato. Según registros locales, los primeros bautizos fueron realizados por el fraile Jerónimo Martínez, quien elaboró el padrón de los nuevos fieles. Entre los nombres mencionados por la tradición se encuentran Bartolo García Espilco, Topaca —hijo del cacique Capehichate— y Tocalmana, descendiente de los jefes locales Guacaycha y Chuchuna. Aunque estos datos provienen de fuentes parroquiales y orales, reflejan el proceso de cristianización que caracterizó a la región durante esa época (Uribe Echegaray, 2025).

Estos primeros bautismos simbolizan la incorporación formal de la población indígena al sistema religioso católico. A través de los sacramentos, la Iglesia buscó establecer un vínculo de pertenencia que trascendiera lo étnico y lo político. La adopción de nombres cristianos por parte de los naturales fue un signo de aceptación de la nueva fe, pero también un instrumento de transformación cultural. En los libros parroquiales, cada nombre registrado marcaba el inicio de una nueva etapa en la historia espiritual de Ica (Carrasco Freitas, 2025).

El curato de Hurin-Ika desempeñó además un papel educativo y moral, orientando a la comunidad en la comprensión de los dogmas y en la práctica cotidiana de la fe. Los misioneros organizaron catequesis, festividades y procesiones que reforzaron el sentido de unidad social. En ese contexto, la figura de los frailes se consolidó como autoridad espiritual y como mediadora entre los pueblos originarios y las autoridades coloniales. La religión, más que un sistema de culto, se convirtió en una estructura de cohesión cultural (Parra & El Sous, 2008).

La importancia de aquel curato trascendió su época. Su influencia se mantuvo en la formación de futuras parroquias y templos, extendiendo la devoción cristiana a otros valles del sur. En ese proceso se configuró la base de una tradición religiosa que siglos después hallaría su máxima expresión en el culto al Señor de Luren, hoy emblema de identidad regional y símbolo de la fe del pueblo iqueño (Cultura, 2015).

De Hurin-Ika a Luren: evolución de un nombre y consolidación de una devoción

La denominación “Hurin-Ika” sufrió una transformación fonética progresiva con el paso del tiempo, adoptando primero la forma “Lurín” y luego “Luren”. Este cambio responde a la adaptación lingüística del quechua al castellano y a la evolución natural de la toponimia local. Más allá de la modificación del nombre, el término “Luren” adquirió un significado religioso, vinculado al lugar donde se veneraba una de las imágenes más representativas del catolicismo iqueño. Con el tiempo, el topónimo se convirtió en sinónimo de fe y devoción (Uribe Echegaray, 2025).

El Cristo de Luren, cuya imagen preside actualmente el santuario, surgió como expresión de esa religiosidad. Su culto se consolidó a lo largo de los siglos, convirtiéndose en uno de los más importantes del país. Cada año, durante las festividades religiosas, miles de peregrinos acuden a Ica para participar en las procesiones y actos litúrgicos. El fenómeno no solo refleja la persistencia de la tradición, sino también el arraigo cultural que esta devoción tiene en la identidad colectiva de los iqueños (Carrasco Freitas, 2025).

El templo ha experimentado múltiples reconstrucciones a lo largo de su historia debido a incendios y terremotos, lo que no ha debilitado su valor simbólico. Por el contrario, cada restauración ha reafirmado la vigencia del santuario como lugar sagrado. Los desastres naturales, lejos de extinguir la devoción, la fortalecieron, al punto de convertir al Señor de Luren en un emblema de resistencia y esperanza para toda la región (Parra & El Sous, 2008).

En reconocimiento a su importancia cultural y espiritual, el Ministerio de Cultura del Perú declaró en 2015 a la festividad del Señor de Luren como Patrimonio Cultural de la Nación, destacando su rol en la preservación de las expresiones religiosas tradicionales del país. Este reconocimiento reafirma el valor histórico y simbólico del santuario dentro de la memoria colectiva del Perú (Cultura, 2015).

Luren y la identidad iqueña

La devoción al Señor de Luren ha trascendido las fronteras regionales para convertirse en uno de los símbolos más representativos del catolicismo peruano. Su festividad reúne a miles de fieles que participan en las procesiones con un sentido de continuidad histórica. En cada acto litúrgico se reafirma la conexión entre los orígenes coloniales de la fe en Ica y su proyección contemporánea. El culto no solo tiene valor religioso, sino también social, por su capacidad de integrar a la comunidad en torno a un mismo sentimiento de pertenencia (Carrasco Freitas, 2025).

A lo largo de los siglos, el santuario ha sido testigo de los principales acontecimientos que marcaron la vida de Ica. Los terremotos, incendios y reconstrucciones del templo son episodios que reflejan la capacidad de resiliencia de su pueblo. La persistencia de la fe, incluso ante la adversidad, ha convertido al Señor de Luren en símbolo de esperanza y fortaleza. En la actualidad, su imagen no solo representa una devoción, sino también una tradición viva que forma parte del patrimonio espiritual del país (Parra & El Sous, 2008).

El impacto de esta devoción en la cultura iqueña es amplio. A través de la música, la iconografía, la literatura y las celebraciones populares, Luren ha mantenido una presencia constante en la identidad regional. Su figura une a distintas generaciones bajo una misma herencia religiosa y constituye un elemento central en la memoria histórica del sur peruano (Cultura, 2015).

El estudio de los orígenes de Luren permite comprender la profundidad de la fe que caracteriza a Ica. Desde la antigua ermita de Hurin-Ika hasta el moderno santuario, la continuidad espiritual ha sido ininterrumpida. Más allá de los siglos, Luren representa la permanencia de una tradición que nació en el siglo XVI y que, pese a las transformaciones del tiempo, sigue siendo una de las expresiones más auténticas de la religiosidad peruana (Cultura, Ministerio de Cultura, 2015).

Referencias

Carrasco Freitas, M. (10 de Octubre de 2025). Infobae. Obtenido de Entre leyendas y procesiones: así vive Ica la Festividad del Señor de Luren, Patrimonio Cultural de la Nación: https://www.infobae.com/peru/2025/10/10/entre-leyendas-y-procesiones-asi-vive-ica-la-festividad-del-senor-de-luren-patrimonio-cultural-de-la-nacion/?utm_source=chatgpt.com

Cultura, M. d. (5 de Octubre de 2015). Ministerio de Cultura. Obtenido de Ministerio de Cultura declara Patrimonio Cultural de la Nación a la festividad del Señor de Luren: https://www.gob.pe/institucion/cultura/noticias/47667-ministerio-de-cultura-declara-patrimonio-cultural-de-la-nacion-a-la-festividad-del-senor-de-luren?utm_source=chatgpt.com

Cultura, M. d. (1 de Octubre de 2015). Ministerio de Cultura. Obtenido de Resolución Viceministerial N.° 145-2015-VMPCIC-MC: https://www.gob.pe/institucion/cultura/normas-legales/204453-145-2015-vmpcic-mc?utm_source=chatgpt.com

Parra, J., & El Sous, J. P. (Agosto de 2008). Academia. Obtenido de La iglesia de Luren – Patrimonio Iqueño: https://www.academia.edu/34714875/La_iglesia_de_Luren_Patrimonio_Ique%C3%B1o?utm_source=chatgpt.com

Uribe Echegaray, L. L. (20 de Octubre de 2025). Facebook. Obtenido de Siglos de Fé : https://www.facebook.com/100000352108808/posts/25109238368671220/?rdid=0gkcsVl7nqMG1ln4