Artículo de información

José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez

19 de mayo del 2025

En el corazón del Centro Histórico de Lima, se erige una figura ecuestre que por décadas ha despertado intensos debates y diversas interpretaciones. Se trata de la estatua de Francisco Pizarro, una representación metálica del conquistador español que, desde mediados del siglo XX, forma parte del paisaje urbano de la capital peruana. Su presencia, sin embargo, trasciende el simple valor artístico o conmemorativo, convirtiéndose en un objeto de confrontación simbólica sobre la memoria, la identidad nacional y la herencia colonial que aún pervive en el imaginario colectivo limeño.

Desde su llegada a Lima, la estatua de Pizarro no ha sido ajena a polémicas. Algunos sectores la ven como un homenaje a la figura fundadora de la ciudad, mientras que otros consideran que representa un símbolo de opresión, esclavitud y genocidio contra los pueblos originarios. Esta dualidad de visiones ha llevado incluso a replantear su ubicación y a proponer alternativas que permitan resignificar el espacio público, en un intento por equilibrar la memoria histórica y el respeto a las sensibilidades actuales (Editor, 2022).

El origen de la estatua y su llegada a Lima

La estatua de Francisco Pizarro fue creada por el escultor estadounidense Charles Cary Rumsey en la década de 1930, como parte de un proyecto de conmemoración histórica que involucraba también otras figuras de la conquista española. Su instalación en Lima se concretó recién en 1935, en el marco de las celebraciones por el cuarto centenario de la fundación de la ciudad, momento en el que las autoridades buscaban resaltar la figura del conquistador como parte del discurso oficial de modernidad y progreso que caracterizó a la época (Varón Gabai, 2006).

Inicialmente ubicada en la Plaza Mayor de Lima, a pocos metros de la Catedral, la estatua fue rápidamente objeto de disputas por parte de sectores políticos, sociales y académicos. Desde su inauguración, la pieza fue interpretada como una representación de la autoridad colonial impuesta, lo que generó tensiones que llevaron a que, décadas después, fuera retirada de ese espacio central y trasladada a su actual ubicación en el Parque de la Muralla (Chicana, 2025).

El cambio de lugar no solo respondió a razones políticas, sino también a una revisión del sentido que debía otorgarse a los espacios públicos en el Perú contemporáneo. El traslado buscó ubicar la figura en un contexto más neutral, aunque sigue siendo un elemento que despierta miradas encontradas y alimenta debates sobre el papel de la memoria histórica en la sociedad peruana actual (del Carmen Yrigoyen, 2020).

En ese sentido, la estatua de Pizarro se convirtió en una especie de testigo mudo de los cambios ideológicos y de las transformaciones culturales de Lima, pasando de símbolo de orgullo colonial a objeto de cuestionamiento y reflexión colectiva sobre el pasado violento que marcó la historia del Perú (Gómez Vega, 2025).

Controversias recientes y debates sobre su permanencia

A partir de la década del 2000, y con el auge de movimientos indigenistas y de reivindicación histórica, la estatua de Pizarro volvió al centro del debate público. Diversas organizaciones, tanto indígenas como de derechos humanos, han solicitado su retiro definitivo, argumentando que su permanencia perpetúa el dolor y la humillación de las comunidades originarias que aún sienten el peso del colonialismo en sus territorios y culturas (Editor, 2022).

En este contexto, también han surgido propuestas académicas y artísticas que sugieren no retirar la estatua, sino reinterpretarla. Algunas de estas iniciativas incluyen la instalación de placas explicativas que contextualicen la figura de Pizarro desde una mirada crítica, o incluso la creación de instalaciones artísticas temporales que dialoguen con el monumento y permitan nuevas lecturas del pasado colonial (Varón Gabai, 2006).

No obstante, las autoridades municipales de Lima han adoptado hasta ahora una postura conservadora, manteniendo la estatua en el Parque de la Muralla y limitándose a resguardar el monumento sin profundizar en procesos de reflexión pública o participación ciudadana que permitan resolver el conflicto simbólico de manera inclusiva y respetuosa (Chicana, 2025).

Así, la figura ecuestre de Pizarro continúa, inmóvil, como una representación incómoda de una época marcada por la violencia, la imposición cultural y la explotación de los pueblos originarios, al mismo tiempo que recuerda el origen colonial de Lima, en un permanente equilibrio entre el pasado que incomoda y la necesidad de construir nuevas narrativas que integren todas las voces (Gómez Vega, 2025).

La estatua como espacio de resignificación cultural

Más allá de su valor artístico o histórico, la estatua de Francisco Pizarro ha sido recientemente utilizada como escenario para performances, protestas y actos de memoria por parte de colectivos culturales y sociales. Estas acciones buscan precisamente resignificar el espacio y confrontar la memoria oficial desde una mirada popular y crítica, creando así nuevas formas de apropiación simbólica del espacio público limeño (del Carmen Yrigoyen, 2020).

Entre las intervenciones más significativas, destacan aquellas en las que la estatua fue cubierta con telas, carteles o grafitis que denuncian el genocidio indígena o exigen la devolución de tierras ancestrales. Estas acciones performativas no solo visibilizan las demandas actuales de los pueblos originarios, sino que también reactivan el debate sobre qué tipo de símbolos deben ocupar los espacios representativos de la ciudad capital (Editor, 2022).

Por otro lado, algunos historiadores y urbanistas han planteado que, más que eliminar la estatua, el reto radica en transformar su significado a través de la educación y la memoria crítica. En este sentido, la pieza puede convertirse en un recurso pedagógico que permita comprender la complejidad de la historia peruana, sus luces y sombras, y fomentar procesos de diálogo intercultural (Varón Gabai, 2006).

El debate sobre la estatua de Pizarro, por tanto, sigue abierto y refleja no solo las tensiones del pasado, sino también las del presente, en una Lima que busca definirse a sí misma como una ciudad moderna, plural y reconciliada con sus heridas históricas, sin dejar de reconocer las deudas pendientes con sus pueblos originarios (Chicana, 2025).

Referencias

Chicana, A. (18 de Enero de 2025). La República. Obtenido de Polémica estatua de Francisco Pizarro será reinstalada por Aniversario de Lima: estuvo 17 meses en un depósito: https://larepublica.pe/sociedad/2025/01/16/polemica-estatua-de-francisco-pizarro-sera-reinstalada-por-aniversario-de-lima-estuvo-17-meses-en-un-deposito-evat-660240

del Carmen Yrigoyen, M. (15 de Enero de 2020). El Comercio. Obtenido de Así avanza la recuperación de los monumentos del Centro Histórico de Lima : https://elcomercio.pe/lima/patrimonio/asi-avanza-la-recuperacion-de-los-monumentos-del-centro-historico-de-lima-fotos-noticia/

Editor. (21 de Junio de 2022). Perú21. Obtenido de La historia de la estatua de Pizarro en Lima.: https://peru21.pe/cultura/la-historia-de-la-estatua-de-pizarro-en-lima

Gómez Vega, R. (18 de Enero de 2025). El País. Obtenido de De “padre de Perú” a “usurpador y asesino”: vuelve al centro de Lima la estatua de Francisco Pizarro: https://elpais.com/america/2025-01-18/de-padre-de-peru-a-usurpador-y-asesino-vuelve-al-centro-de-lima-la-estatua-de-francisco-pizarro.html

Varón Gabai, R. (2006). La estatua de Francisco Pizarro en Lima. Historia e identidad nacional. . Revista de Indias 66(236), 675–700.