Artículo de información

José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez

16 de julio del 2024

En los albores del siglo V, mientras el otrora poderoso Imperio Romano se desmoronaba bajo el peso de sus propias contradicciones y las invasiones bárbaras, una de sus provincias más remotas se preparaba para un dramático cambio. Britania, la isla conquistada por Claudio en el 43 d.C., estaba a punto de despedirse de sus amos romanos tras casi cuatro siglos de dominio imperial.

El fin de la dominación romana en Gran Bretaña no fue un evento puntual, sino un proceso gradual que se extendió aproximadamente entre los años 383 y 410. Este período marcó la transición de la Britania romana al enigmático período post-romano, dejando tras de sí un vacío de poder que daría forma al futuro de la isla. La retirada de las legiones y la disolución de la administración imperial no solo cambiarían el panorama político, sino que también alterarían profundamente el tejido social y cultural de la futura Inglaterra.

El declive de la presencia romana

La presencia romana en Britania comenzó a debilitarse a finales del siglo IV, cuando el Imperio enfrentaba crecientes amenazas tanto internas como externas. En 383, el general Magno Clemente Máximo, encargado de la defensa de la isla, lanzó una campaña para usurpar el trono imperial. Su partida hacia la Galia, llevándose consigo gran parte de las tropas estacionadas en Britania, marcó el inicio del fin de la presencia romana en el norte y oeste de la isla (Alejo, 2018).

Este éxodo militar dejó a Britania vulnerable ante las incursiones de pictos, escotos y sajones, que no tardaron en intensificar sus ataques. Las defensas romanas, incluyendo el famoso Muro de Adriano, comenzaron a perder efectividad sin el respaldo de una fuerza militar sólida. La situación se agravó aún más cuando, en 401 o 402, el general Estilicón se vio obligado a retirar las últimas tropas del Muro para enfrentar amenazas en Italia (Alejo, 2018).

La circulación de moneda romana en la isla disminuyó drásticamente en este período, lo que sugiere que el Imperio ya no podía pagar a sus soldados o mantener una presencia administrativa efectiva. Esta falta de recursos y apoyo desde Roma debilitó aún más la autoridad imperial en Britania, creando un vacío de poder que las élites locales comenzaron a llenar (Alejo, 2018).

El golpe de gracia llegó en 407, cuando el usurpador Constantino III cruzó a la Galia con las últimas tropas regulares que quedaban en Britania, en un intento fallido de hacerse con el control del Imperio de Occidente. Este movimiento dejó a la isla prácticamente indefensa, preparando el escenario para el colapso final de la administración romana en los años siguientes (Alejo, 2018).

El fin de una era: Roma abandona Britania

El abandono definitivo de Britania por parte de Roma se precipitó en el año 409, cuando las ciudades britano-romanas, abandonadas a su suerte, expulsaron a los últimos magistrados imperiales. Este acto de autonomía forzada reflejaba la realidad de una isla que ya no podía contar con la protección ni los recursos del imperio. Las estructuras administrativas y militares romanas, que habían regido la vida en Britania durante siglos, se desmoronaban rápidamente (Sancho Gómez, 2020).

El famoso «Rescripto de Honorio» de 410 marcó simbólicamente el final oficial del dominio romano. En este documento, el emperador Honorio supuestamente instruía a las ciudades de Britania a «ocuparse de su propia defensa». Aunque algunos historiadores cuestionan si este rescripto se refería realmente a Britania o a otra región del imperio, su mensaje era claro: Roma ya no podía proteger sus territorios más lejanos (Sancho Gómez, 2020).

Con la retirada romana, Britania entró en un período de fragmentación política y cultural. Los antiguos centros urbanos perdieron importancia, y emergieron nuevos reinos y caudillos locales. La isla, que durante siglos había sido parte integral del mundo romano, se adentraba ahora en la nebulosa era conocida como la «Edad Oscura». Este vacío de poder creó las condiciones para el surgimiento de nuevas entidades políticas y la llegada de pueblos como los anglos, sajones y jutos (Sancho Gómez, 2020).

Sin embargo, el legado de Roma no desapareció por completo. Durante casi un siglo después de la caída del imperio, muchos habitantes de la isla seguían considerándose romanos. La influencia latina persistiría en la lengua, la cultura y las instituciones, formando un sustrato sobre el que se construirían los futuros reinos anglosajones. El fin de la Britania romana marcó así no solo el ocaso de un imperio en la isla, sino también el amanecer de una nueva era en la historia de Gran Bretaña (Sancho Gómez, 2020).

Amenazas y defensas: Los últimos años de la Britania romana

La Britania romana, en sus años postreros, se enfrentó a una serie de amenazas que pusieron a prueba la capacidad defensiva del Imperio. Por el norte, los pictos de Caledonia (la actual Escocia) representaban una constante fuente de peligro, realizando incursiones frecuentes que obligaron a los romanos a tomar medidas drásticas. La respuesta imperial se materializó en la construcción de impresionantes obras defensivas: el muro de Adriano y, posteriormente, el muro de Antonino, erigidos en la primera mitad del siglo II. Estas barreras, verdaderos prodigios de ingeniería militar, tenían como objetivo contener las invasiones y delimitar claramente la frontera norte del territorio romano en la isla. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, las incursiones de los pueblos del norte nunca cesaron por completo, manteniendo a las guarniciones romanas en un estado de alerta permanente (Maymó, 2024).

Pero la amenaza no se limitaba a las fronteras terrestres. Britania, como isla, era vulnerable a ataques marítimos que llegaban desde diversas direcciones. Los piratas escotos, procedentes de Irlanda, y los sajones, que zarpaban desde las costas del norte de Alemania y Dinamarca, representaban un peligro constante para las costas británicas. Estas incursiones marítimas, reminiscentes de las futuras expediciones vikingas, llevaron a la creación de un cargo militar específico: el «conde de la costa sajona» o comes litoris Saxonici. Este oficial tenía bajo su mando una flota que patrullaba el Canal de la Mancha y supervisaba una red de fortificaciones costeras diseñadas para repeler los desembarcos enemigos. La importancia de esta amenaza marítima queda patente en el hecho de que la costa suroriental de Inglaterra llegó a ser conocida como la «Costa Sajona», un testimonio de la frecuencia y el impacto de estos ataques (Maymó, 2024).

La sofisticación de las defensas romanas se evidencia en las tácticas descritas por el escritor Vegecio. Según este autor del siglo IV, las naves romanas que patrullaban el Canal empleaban ingeniosos métodos de camuflaje, llegando a pintar de azul las velas, las jarcias e incluso los uniformes de los marinos. Esta estrategia les permitía confundirse con el mar y el cielo, sorprendiendo a los asaltantes cuando estos se aproximaban a sus objetivos o intentaban retirarse tras sus incursiones. Tales medidas demuestran la seriedad con la que Roma se tomaba la defensa de Britania y los recursos que estaba dispuesta a invertir para mantener su control sobre la isla (Maymó, 2024).

Sin embargo, a pesar de estas precauciones, Britania experimentó momentos de gran peligro. Uno de los más críticos fue la llamada «Gran Conspiración» del año 367, un evento que puso de manifiesto la fragilidad del dominio romano. En esta ocasión, algunas tropas nativas conocidas como areani traicionaron al Imperio, abriendo las puertas del muro de Adriano a los pictos. Simultáneamente, los escotos atacaron desde el oeste y los sajones desembarcaron en la Costa Sajona. Durante más de un año, estos pueblos saquearon la isla y masacraron a gran parte de las tropas romanas, amenazando con poner fin al poder imperial en Britania. La respuesta de Roma fue contundente: el emperador Valentiniano I envió a Teodosio el Viejo, padre del futuro emperador homónimo, al frente de cuatro legiones. En solo un año, Teodosio logró dominar la situación, demostrando la capacidad de reacción del Imperio. No obstante, este episodio dejó cicatrices duraderas y, aunque se restableció el control romano, no se pudo evitar el asentamiento permanente de escotos en el oeste de la isla, un presagio de los cambios demográficos y políticos que estaban por venir (Maymó, 2024).

Merlín: El mago que surgió del ocaso romano

En el turbulento período que siguió al colapso del dominio romano en Britania, surgió una de las figuras más enigmáticas y perdurables de la mitología británica: el mago Merlín. Aunque es un personaje legendario, sus raíces se hunden profundamente en la historia del siglo V, una época de transición marcada por el vacío de poder dejado por la retirada romana y las subsiguientes invasiones anglosajonas. La leyenda de Merlín, que se desarrolló y evolucionó a lo largo de los siglos siguientes, puede interpretarse como una respuesta cultural a este período de crisis y transformación. En las primeras versiones de la historia, Merlín aparece no solo como un mago poderoso, sino también como un profeta y consejero, supuestamente nacido durante los últimos días del dominio romano en Britania. Esta caracterización refleja la necesidad de los britanos de encontrar una figura que pudiera dar sentido al caos que siguió a la partida de los romanos y que personificara la sabiduría y el poder místico de la antigua Britania.

El papel de Merlín en las leyendas artúricas, que se desarrollaron en los siglos posteriores, lo sitúa como el arquitecto oculto de la resistencia britana contra los invasores sajones. Se le atribuye la crianza y educación del joven Arturo, así como la creación de la Mesa Redonda y la orquestación de eventos cruciales que llevaron al ascenso de Arturo como rey de los britanos. Estas historias, aunque claramente ficticias, pueden verse como una elaboración mítica de los esfuerzos reales de los líderes britano-romanos para organizar la resistencia contra los invasores tras la retirada de las legiones. La magia de Merlín, en este contexto, podría interpretarse como una metáfora del conocimiento y las habilidades heredadas de la civilización romana, utilizadas ahora para defender la isla contra nuevos enemigos (Ashe, 2008).

La figura de Merlín también sirve como un puente simbólico entre el pasado romano y el futuro celta de Britania. En muchas versiones de la leyenda, se le describe como hijo de un demonio y una princesa, una dualidad que podría reflejar la mezcla de culturas romana y celta que caracterizó a la Britania post-romana. Su conocimiento de la historia y su capacidad para predecir el futuro lo convierten en un nexo entre el glorioso pasado romano y un futuro incierto pero potencialmente heroico. Esta característica de Merlín como guardián del conocimiento antiguo y guía hacia un nuevo orden refleja la lucha de los britano-romanos por preservar elementos de la civilización romana mientras se adaptaban a un mundo cambiante (Ashe, 2008).

Es importante señalar que, aunque Merlín es una figura legendaria, su leyenda se nutrió de personajes históricos y eventos reales de la época post-romana. Algunos estudiosos han sugerido que Merlín podría estar basado en figuras como Ambrosio Aureliano, un líder britano-romano que organizó la resistencia contra los sajones, o en druidas y bardos celtas que mantuvieron viva la tradición oral durante este período turbulento. La persistencia y evolución de la leyenda de Merlín a lo largo de los siglos demuestra cómo los pueblos de Britania, y más tarde de Inglaterra, continuaron procesando y reinterpretando este período crítico de su historia. En Merlín, encontraron una figura que encarnaba la nostalgia por un pasado glorioso, la lucha contra la adversidad presente y la esperanza en un futuro renacimiento, temas que resonaron profundamente en la psique colectiva durante los siglos que siguieron al fin de la Britania romana (Ashe, 2008).

El legado de Roma en la Britania post-imperial

El fin del dominio romano en Britania marcó un cambio en la historia de la isla. Aunque la retirada de las legiones y el colapso de la administración imperial sumieron a la región en un período de incertidumbre y fragmentación, el legado de Roma persistió de maneras tanto tangibles como intangibles. Las ciudades, carreteras y fortificaciones construidas durante los siglos de ocupación romana continuaron siendo utilizadas, aunque con propósitos y bajo gobiernos diferentes. La influencia latina en el lenguaje, la cultura y las instituciones perduró, formando un sustrato sobre el cual se desarrollarían las futuras identidades británicas (Sancho Gómez, 2020).

Este período de transición también dio lugar a la creación de nuevas narrativas y mitos que intentaban dar sentido a los dramáticos cambios que estaba experimentando la sociedad britano-romana. La leyenda del mago Merlín, que surgió en este contexto, ejemplifica cómo la memoria del pasado romano se entrelazó con las tradiciones celtas y las nuevas realidades políticas para crear una rica tapicería cultural. Estas historias no solo sirvieron como entretenimiento, sino también como vehículos para transmitir valores, conocimientos y esperanzas de una generación a otra en tiempos de gran incertidumbre (Ashe, 2008).

El fin de la Britania romana, por lo tanto, no debe verse simplemente como el final de una era, sino como el comienzo de un proceso de transformación y adaptación. Los habitantes de la isla, enfrentados a nuevos desafíos y oportunidades, forjaron identidades y estructuras políticas que, aunque diferentes de las romanas, llevaban en su núcleo la impronta de cuatro siglos de civilización imperial (Maymó, 2024).

Referencias

Alejo, S. (14 de Setiembre de 2018). Sergio Alejo Gomez. Obtenido de El final de la provincia romana de Britania: https://www.sergioalejogomez.com/el-final-de-la-provincia-romana-de-britania/

Ashe, G. (2008). Merlin: The Prophet and His History. Inglaterra: The History Press.

Maymó, P. (15 de Marzo de 2024). Historia national geographic. Obtenido de Legiones romanas: la defensa de Britania: https://historia.nationalgeographic.com.es/a/legiones-defensa-britania_21031

Sancho Gómez, M. P. (27 de Julio de 2020). Revistas cientificas. Obtenido de El fin de la Britania romana. Breves consideraciones sobre la inteligencia militar a partir de dos pasajes de Amiano Marcelino y Vegecio: http://revistascientificas.filo.uba.ar/index.php/analesHAMM/article/view/8359/9173