Artículo de información

José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez

25 de julio del 2025

Los memes son hoy el pulso invisible de la conversación global. En segundos, una imagen editada con un texto ingenioso puede recorrer continentes y provocar risas, debates o incluso indignación. Son piezas de comunicación que condensan ironía, crítica social y referencias culturales en formatos que, por su brevedad y agudeza, se vuelven irresistiblemente virales. Pero los memes no son solo entretenimiento: son, ante todo, un espejo de la sociedad digital, un lenguaje compartido que nos revela cómo pensamos y cómo sentimos en este tiempo acelerado donde lo visual manda sobre lo verbal (Milner, 2014).

Sin embargo, el fenómeno de los memes no nació de la nada ni es exclusivo del siglo XXI. Su genealogía es tan profunda como la necesidad humana de comunicar a través de símbolos, metáforas y humor. Comprenderlos implica reconocer que no son meras ocurrencias dispersas, sino una evolución cultural con raíces académicas, sociológicas y tecnológicas. Conocer su historia, sus fundamentos y su impacto actual nos permite descubrir cómo un concepto inicialmente planteado en la teoría científica se convirtió en una herramienta universal de expresión colectiva (Shifman, 2013).

¿Qué es un meme y por qué se aplican?

Un meme, en su definición más pura, es una unidad de información cultural que se replica y evoluciona de manera similar a los genes. Esta concepción fue introducida por el biólogo británico Richard Dawkins en su libro El gen egoísta (1976), donde propuso que las ideas, los comportamientos y las modas pueden transmitirse de persona a persona como un mecanismo cultural de herencia (Dawkins, 1976).

En el contexto digital, el meme adquirió una identidad propia: imágenes, videos o textos breves que, mediante la edición y el ingenio, transmiten un mensaje con rapidez y contundencia. Su principal atractivo radica en su capacidad de simplificar emociones y pensamientos complejos, traduciéndolos en piezas que cualquiera puede comprender, compartir o reinterpretar. Este carácter accesible los convierte en un lenguaje común en plataformas como Facebook, Instagram, X o TikTok (Milner, 2014).

Los memes, además, funcionan como mecanismos de resistencia cultural y válvulas de escape emocional. En sociedades que atraviesan tensiones políticas, crisis económicas o cambios culturales vertiginosos, un meme puede ser una manera de expresar lo que las palabras formales no logran decir. Así, lo trivial se transforma en un acto profundamente significativo: el humor enmascara una crítica y lo risible se convierte en denuncia (Shifman, 2013).

Por estas razones, los memes no solo se aplican como entretenimiento, sino como estrategias de comunicación en campañas políticas, publicidad, educación e incluso activismo social. Su versatilidad los ha hecho imprescindibles en un mundo donde captar la atención es el primer paso para transmitir cualquier mensaje (Phillips, 2017).

Historia de los memes

Aunque el término “meme” surgió en el ámbito académico en la década de 1970, la práctica de transmitir mensajes culturales de manera visual y humorística tiene raíces mucho más antiguas. Los caricaturistas políticos del siglo XIX, por ejemplo, ya producían lo que hoy llamaríamos memes impresos: imágenes acompañadas de textos ingeniosos que sintetizaban complejas situaciones sociales (Phillips, 2017).

Con la llegada de Internet en los años noventa, los primeros memes digitales empezaron a tomar forma en foros y páginas como Usenet y 4chan. Allí, simples imágenes con frases impactantes o absurdas se propagaban entre comunidades pequeñas pero muy activas. Fue en esta etapa donde surgieron formatos pioneros como los rage comics o el célebre Dancing Baby, considerado uno de los primeros memes virales de la era digital (Milner, 2014).

La expansión de los memes se consolidó con el nacimiento de las redes sociales y plataformas como YouTube, Reddit y Facebook. Estos espacios ofrecieron herramientas para la creación rápida y la difusión masiva, transformando el meme en un fenómeno global que podía ser replicado y reinventado en cuestión de horas. El anonimato y la interactividad potenciaron la creatividad colectiva, dando lugar a una explosión de formatos, estilos y géneros (Shifman, 2013).

Así, los memes pasaron de ser un pasatiempo de nicho a convertirse en una fuerza cultural dominante, capaz de influir en elecciones políticas, campañas comerciales e incluso en movimientos sociales. Su historia es la historia de cómo Internet cambió para siempre nuestra manera de comunicar y de comprender el mundo (Dawkins, 1976).

El creador: Richard Dawkins y la semilla teórica

El concepto de meme fue introducido por el biólogo Richard Dawkins en 1976, cuando buscaba un término que explicara cómo las ideas y patrones culturales se reproducen en las sociedades humanas. Dawkins lo definió como una “unidad de transmisión cultural”, similar a un gen, que sobrevive y se propaga por su capacidad de ser imitado. Aunque no pensaba en memes digitales, sentó las bases para comprenderlos como fenómenos evolutivos dentro de un ecosistema cultural (Dawkins, 1976).

Dawkins entendía que las ideas compiten entre sí por atención y supervivencia, y que solo las más atractivas logran transmitirse. Este planteamiento es crucial para entender por qué ciertos memes triunfan mientras otros desaparecen: su éxito no depende únicamente del ingenio del creador, sino de su capacidad de conectar emocionalmente con el público y de su adaptabilidad (Phillips, 2017).

En los años siguientes, investigadores de disciplinas como la antropología, la comunicación y la psicología comenzaron a utilizar el concepto para analizar fenómenos culturales. La idea del meme como “parásito mental” o “vehículo de información cultural” abrió debates sobre su papel en la construcción de identidades colectivas y en la reproducción de ideologías (Shifman, 2013).

El paso del concepto teórico al meme digital fue natural en un mundo hiperconectado. Aunque Dawkins nunca imaginó que su término sería tan popular en Internet, hoy su nombre está inevitablemente ligado al universo de los memes y su impacto en la cultura contemporánea (Milner, 2014).

Memes en la actualidad

En el siglo XXI, los memes han alcanzado una relevancia que trasciende lo digital. Hoy, son herramientas de comunicación masiva que influyen en la opinión pública, el consumo y la política. Desde campañas presidenciales que utilizan memes para captar electores jóvenes hasta marcas que los integran en su estrategia publicitaria, su presencia es ineludible (Phillips, 2017).

Las redes sociales han democratizado la producción de memes: cualquiera con un teléfono puede crearlos y difundirlos. Esto ha generado un ecosistema en el que la creatividad es colaborativa y los límites entre productor y consumidor se desdibujan. Un meme puede nacer en un barrio limeño y viralizarse en cuestión de horas en cualquier rincón del mundo (Milner, 2014).

Al mismo tiempo, los memes han adquirido un papel central en el activismo social. Movimientos como #MeToo, Black Lives Matter o las marchas feministas latinoamericanas los han utilizado para visibilizar causas y generar conciencia. El humor y la ironía no disminuyen su fuerza política; por el contrario, los convierten en mensajes accesibles y compartibles que invitan a la reflexión (Shifman, 2013).

Hoy, hablar de memes es hablar de cultura, identidad y poder. Son el idioma de una generación hiperconectada que expresa su visión del mundo a través de imágenes virales. Su estudio ya no pertenece solo al entretenimiento: es un campo indispensable para comprender cómo se construyen los relatos y las emociones en la era digital (Milner, 2014).

Referencias

Dawkins, R. (1976). The selfish gene. Oxford, Inglaterra: Oxford University Press.

Milner, R. M. (2014). The world made meme: Public conversations and participatory media. Cambridge, MA, Estados Unidos: The MIT Press.

Phillips, W. y. (2017). The ambivalent Internet: Mischief, oddity, and antagonism online. Cambridge, Inglaterra: Polity Press.

Shifman, L. (2013). Memes in digital culture. Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos: The MIT Press.