Artículo de información

José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez

25 de noviembre del 2024

La poesía, más allá de ser una forma de expresión artística, se constituye como un sistema complejo donde materia y forma se entrelazan en una dialéctica creadora. Mientras la crítica tradicional ha tendido a enfocarse en los aspectos históricos, filosóficos e ideológicos de la obra poética, la estilística moderna nos revela que el verdadero poder de la poesía radica en su capacidad de crear nuevos mundos de significado a través de la fusión entre la expresión verbal y la totalidad de la obra (Alonso, 1954).

En este sentido, el fenómeno poético no puede reducirse ni a un mero ejercicio formal ni a un simple vehículo de contenidos. Como señala Amado Alonso, la creación poética implica un «sistema expresivo» donde cada elemento -desde la estructura de la obra hasta el poder sugestivo de las palabras- funciona como manifestación de esa «privilegiada actividad espiritual que llamamos creación poética». Este sistema, que encuentra su máxima expresión en movimientos como el surrealismo, revela que la poesía es, ante todo, un acto de construcción que trasciende tanto el análisis puramente formal como la interpretación meramente contenidista, para constituirse en una verdadera forma de conocimiento y revelación del ser (Alonso, 1954).

La poesía como sistema expresivo: entre la forma y el conocimiento

La poesía, desde la perspectiva de la estilística moderna, nos revela una doble naturaleza que trasciende la tradicional división entre forma y contenido. Como señala Amado Alonso, «a toda particularidad idiomática en el estilo corresponde una particularidad psíquica», estableciendo así un vínculo indisoluble entre la expresión lingüística y la experiencia del ser. Esta conexión fundamental nos permite entender la poesía no solo como un ejercicio estético, sino como una verdadera forma de conocimiento que, como argumenta Heidegger, permite la manifestación de la verdad a través del lenguaje (Alonso, 1954).

El surrealismo llevó esta comprensión a su máxima expresión, estableciendo la poesía como un «medio de liberación total del espíritu». Los surrealistas no veían el lenguaje poético como un mero instrumento de comunicación o belleza, sino como una herramienta de exploración de las profundidades del ser humano, capaz de revelar verdades que el pensamiento racional no podía alcanzar. Esta visión revolucionaria del acto poético transformó fundamentalmente nuestra comprensión de la relación entre lenguaje y realidad (Pellegrini, 1961).

La estilística, como método de análisis, nos permite comprender este fenómeno en toda su complejidad. Como explica Alonso, el estudio del estilo no debe limitarse a las peculiaridades idiomáticas, sino que debe abarcar «el sistema expresivo entero en su funcionamiento», incluyendo tanto la construcción formal como el juego cualitativo de sus contenidos. Este enfoque integral nos permite ver cómo la poesía opera simultáneamente en múltiples niveles: como estructura lingüística, como experiencia estética y como revelación ontológica (Alonso, 1954).

El verdadero poder de la poesía reside, por tanto, en su capacidad para crear lo que Vattimo denominaría una «apertura originaria», un espacio donde el lenguaje no solo comunica sino que funda nuevos horizontes de sentido. Cuando un poeta escribe, no está simplemente combinando palabras o expresando emociones: está participando en un acto de creación que modifica nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos. Este proceso creativo implica no solo la manipulación del lenguaje sino también la transformación de la experiencia humana en una forma que trasciende las limitaciones del pensamiento lógico y las convenciones sociales. La poesía se convierte así en un acto de revelación y conocimiento que nos permite acceder a dimensiones de la realidad que de otro modo permanecerían ocultas (Vattimo, 1936).

Lenguaje, verdad y creación en la experiencia poética

La comprensión del fenómeno poético como experiencia de verdad nos lleva a considerar lo que Vattimo denomina «la pertenencia del lector a la obra». Esta relación no es meramente contemplativa sino que implica una forma de participación activa en la que el lector se ve transformado por su encuentro con el texto. El proceso de lectura poética se convierte así en un acto de co-creación donde el significado no está simplemente contenido en las palabras, sino que emerge del diálogo entre el texto y el lector, entre la forma lingüística y la experiencia vital (Vattimo, 1936).

Este diálogo, sin embargo, no ocurre en el vacío. La estilística, como señala Amado Alonso, nos permite entender cómo cada particularidad del lenguaje poético está íntimamente conectada con una particularidad psíquica. El automatismo surrealista, por ejemplo, no es simplemente un ejercicio de escritura libre, sino una técnica que busca revelar las conexiones profundas entre lenguaje y pensamiento, entre forma y contenido. Los surrealistas entendieron que la verdadera poesía no reside en la belleza superficial de las palabras, sino en su capacidad para revelar aspectos de la realidad que permanecen ocultos al pensamiento racional (Alonso, 1954).

La forma poética, en este sentido, no es un mero recipiente para el contenido, sino que constituye en sí misma un modo de conocimiento. Como explica Heidegger (Heidegger, 1973), la poesía es el lenguaje en su momento de máxima revelación, donde las palabras no solo significan, sino que fundan realidad. Esta fundación no es arbitraria ni subjetiva, sino que responde a lo que podríamos llamar, siguiendo a Vattimo, una «lógica del acontecimiento», donde cada elemento del poema participa en la creación de un mundo de sentido que trasciende tanto al autor como al lector (Vattimo, 1936).

En última instancia, la experiencia poética nos revela que el lenguaje no es simplemente un instrumento de comunicación, sino el espacio donde se manifiesta nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos. El poeta trabaja con las palabras no como quien manipula herramientas, sino como quien participa en un acto de descubrimiento y creación simultáneos. Este proceso creativo no puede reducirse a fórmulas ni explicarse completamente mediante el análisis racional, porque opera en un nivel que precede y fundamenta nuestras distinciones habituales entre sujeto y objeto, entre forma y contenido, entre lenguaje y realidad. La poesía se revela, así como un modo privilegiado de acceso a la verdad, no entendida como correspondencia con los hechos, sino como apertura de nuevas posibilidades de sentido y experiencia (Pellegrini, 1961).

La poesía como acontecimiento: entre la creación y la revelación

Esta apertura de posibilidades que la poesía proporciona no es simplemente un efecto secundario de la creación artística, sino que constituye su esencia misma. El poeta, al trabajar con el lenguaje, no está simplemente comunicando experiencias o emociones preexistentes, sino que está participando en lo que Heidegger llamaría un «acontecimiento de la verdad». Este acontecimiento tiene un carácter dual: por un lado, revela aspectos de la realidad que permanecían ocultos; por otro, crea nuevas formas de experimentar y comprender el mundo (Heidegger, 1973).

La estilística moderna, como señala Amado Alonso, nos permite comprender este proceso en toda su complejidad. El análisis estilístico no se limita a catalogar recursos literarios o identificar patrones lingüísticos, sino que busca entender cómo cada elemento del poema contribuye a la creación de un sistema expresivo total. Este sistema, que integra forma y contenido en una unidad indisoluble, es el que permite que la poesía funcione simultáneamente como expresión individual y como revelación universal (Alonso, 1954).

El surrealismo, en su búsqueda de una «liberación total del espíritu», llevó esta comprensión a sus últimas consecuencias. Como documenta Pellegrini en su análisis del movimiento, los surrealistas entendieron que la verdadera poesía no podía limitarse a ser un ejercicio estético o una forma de expresión personal, sino que debía aspirar a ser una herramienta de transformación radical de la experiencia humana. Esta aspiración, que puede parecer utópica desde una perspectiva pragmática, señala sin embargo una verdad fundamental sobre la naturaleza de la poesía: su capacidad para crear nuevos modos de ser y de comprender (Pellegrini, 1961).

En última instancia, como sugiere Vattimo, la poesía nos revela que la verdad no es algo que podamos poseer o dominar, sino algo que acontece en el encuentro entre el lenguaje y la experiencia, entre la forma y el sentido, entre la tradición y la innovación. El poeta no es simplemente un creador de belleza o un artesano del lenguaje, sino un mediador en este acontecimiento de la verdad. Su trabajo no consiste en inventar arbitrariamente nuevos significados, sino en estar atento a las posibilidades de sentido que el lenguaje mismo revela cuando se lo libera de sus usos meramente instrumentales. La poesía se convierte así no solo en una forma de arte o un modo de expresión, sino en un camino privilegiado para la comprensión de nuestra relación fundamental con el lenguaje, el mundo y la verdad (Vattimo, 1936).

Referencias

Alonso, A. (1954). Materia y forma en poesía. Editorial Gredos. Madrid: Editorial Gredos.

Heidegger, M. (1973). Arte y poesía. México: Edición Breviarios.

Pellegrini, A. (1961). Antología de la poesía surrealista de la lengua francesa. Buenos Aires: Compañía General Fabril Editora.

Vattimo, G. (1936). Poesía y ontología. Italia: Universitat de València.