Artículo de información
José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez
29 de noviembre del 2024
Robert Southey, Poeta Laureado de Inglaterra durante tres décadas, representa una de las figuras más singulares del romanticismo inglés. Miembro del movimiento de los Poetas del Lago, destacó no solo por su prolífica obra poética sino también por su dedicación a diversos géneros literarios que abarcaban desde la historia hasta la literatura infantil. Su disciplinada rutina de trabajo, que iniciaba cada día antes del amanecer, le permitió producir una vasta colección de obras mientras mantenía a una familia extendida que incluía no solo a sus propios hijos sino también a varios huérfanos adoptados, demostrando una generosidad que contrastaba con su reputación de conservador inflexible en asuntos políticos.
La verdadera paradoja de Southey radica en que, a pesar de su extensa producción literaria y su prestigioso cargo como Poeta Laureado, hoy es recordado principalmente por un cuento infantil que escribió para entretener a sus hijos: «La Historia de los Tres Osos». La obra, publicada originalmente en su colección «The Doctor», revela el lado más humano de un escritor que conjugaba la rigurosa disciplina victoriana con una imaginación capaz de crear historias que perdurarían por generaciones, aunque transformadas significativamente con el paso del tiempo.
Los primeros pasos
Robert Southey creció en un entorno comerciante de Bristol, hijo de un vendedor de telas cuyo negocio familiar nunca prosperó del todo. Su madre, Margaret Hill, una mujer de temperamento inestable pero profundamente aficionada a la literatura, pasaba largos períodos lejos del hogar, lo que llevó a que el joven Robert fuera criado principalmente por su tía materna, Elizabeth Tyler. Esta situación familiar temprana, marcada por la ausencia y la inestabilidad, definiría los primeros años de su infancia en el bullicioso puerto de Bristol, donde el constante ir y venir de marineros y comerciantes alimentaba la imaginación del pequeño Robert con historias de tierras lejanas y aventuras marítimas (Carnall, 2004).
La biblioteca de su tía Elizabeth se convirtió en su primer refugio literario. En este santuario de libros, el joven Robert descubrió las obras de Edmund Spenser y los dramas de Shakespeare, pasando largas horas sumergido en lecturas que escapaban a la comprensión usual de un niño de su edad. Su tía, apasionada del teatro, alimentaba esta inclinación literaria llevándolo regularmente a presenciar obras dramáticas, exponiendo su mente infantil a las posibilidades del lenguaje y la narrativa (Carnall, 2004).
Los primeros años de escuela transcurrieron en distintas instituciones de Bath, donde destacó tempranamente por su facilidad para los idiomas clásicos y su memoria prodigiosa. Sus maestros notaron pronto su inclinación por la poesía, encontrándolo frecuentemente componiendo versos en los márgenes de sus cuadernos escolares (Carnall, 2004).
La forja de un intelecto literario
La adolescencia de Southey quedó marcada por el descubrimiento apasionado de los textos épicos medievales. Entre los anaqueles de diversas bibliotecas privadas, devoraba manuscritos antiguos, fascinado especialmente por las baladas tradicionales inglesas y las sagas nórdicas. Su cuaderno de notas se llenaba de anotaciones sobre «La Muerte de Arturo» de Thomas Malory y las obras de Edmund Spenser, cuya influencia moldearía su futura aproximación a la narrativa poética (Cuthbert Southey, 1855).
Westminster School abrió nuevos horizontes intelectuales al joven estudiante. Allí profundizó en los clásicos griegos y latinos, traduciendo fragmentos de La Ilíada y La Eneida durante las tardes solitarias. La influencia de Virgilio y Homero se manifestaba en sus primeros intentos poéticos, composiciones tempranas que mezclaban la grandilocuencia épica con una sensibilidad moderna hacia la naturaleza y el paisaje británico (Cuthbert Southey, 1855).
Los veranos transcurrían entre las páginas de publicaciones contemporáneas que llegaban desde Londres. La poesía de William Cowper y Thomas Gray resonaba en su imaginación mientras experimentaba con diferentes estilos métricos, desarrollando una voz propia que se alejaba gradualmente de los modelos neoclásicos. Sus primeros poemas completos, aunque nunca publicados, revelaban una inclinación hacia temas históricos y legendarios, anticipando la dirección que tomaría su obra madura (Cuthbert Southey, 1855).
Las reuniones literarias en casa de su tía Elizabeth se transformaron en tertulias donde el futuro poeta compartía sus traducciones y composiciones originales con un círculo selecto de jóvenes intelectuales. Durante estas veladas, los asistentes analizaban las últimas obras de Samuel Johnson y debatían sobre las innovaciones métricas de los poetas contemporáneos, mientras Southey perfeccionaba su técnica escuchando las críticas de sus pares, absorbiendo cada sugerencia para pulir sus creaciones, que gradualmente evolucionaban desde imitaciones juveniles hacia una expresión más personal y distintiva (Cuthbert Southey, 1855).
La época de mayor producción
La tranquilidad del distrito de los Lagos brindó a Southey el espacio ideal para desarrollar sus obras más ambiciosas. La cabaña en Greta Hall, rodeada de praderas y lagos cristalinos, se transformó en el centro de su vida creativa, donde compartía largas jornadas de reflexión y escritura con Coleridge y Wordsworth, mientras las estaciones marcaban el ritmo de su producción literaria. Este entorno natural y la compañía de sus compañeros poetas nutrieron su imaginación, permitiéndole explorar nuevas formas de expresión que mezclaban la sensibilidad romántica con su creciente interés por la historia y las tradiciones populares (Arboix, 2021).
Los viajes por la Península Ibérica enriquecieron profundamente su perspectiva literaria. El contacto directo con la cultura española y portuguesa despertó en él una fascinación por las tradiciones orales y las leyendas medievales que perdurarían en sus escritos posteriores. Las calles empedradas de Toledo, los manuscritos antiguos de los monasterios portugueses y las conversaciones con lugareños alimentaron su comprensión de un mundo que, aunque diferente al británico, resonaba con similares preocupaciones humanas. Sus cuadernos de viaje se llenaron de observaciones minuciosas sobre costumbres, arquitectura y relatos populares que más tarde integraría en sus obras, dotándolas de una autenticidad y profundidad características (Arboix, 2021).
La necesidad de mantener a su familia extendida impulsó una disciplina creativa extraordinaria que dio frutos en múltiples géneros. Las primeras horas de cada mañana las dedicaba a la poesía épica, mientras las tardes las reservaba para la traducción y la investigación histórica. Su biblioteca, que crecía constantemente con adquisiciones de libros antiguos y contemporáneos, se convirtió en un laboratorio donde experimentaba con diferentes estilos narrativos, desde la épica histórica hasta los cuentos infantiles, siempre manteniendo un equilibrio entre la precisión académica y la imaginación creativa (Arboix, 2021).
Las tertulias literarias en Greta Hall atrajeron a numerosos visitantes que buscaban el consejo y la conversación del poeta. Entre tazas de té y largas caminatas por los senderos del Lake District, Southey compartía su visión sobre la literatura y la sociedad, influenciando a una nueva generación de escritores que admiraban su dedicación al oficio y su capacidad para entretejer la historia con la imaginación. Los debates sobre política, religión y el papel del poeta en la sociedad moderna alimentaban su creatividad y se reflejaban en una producción literaria cada vez más diversa y madura (Arboix, 2021).
La verdadera historia de los “Tres osos”
La publicación de «La Historia de los Tres Osos» en la colección «The Doctor» (1834) representa una faceta singular en la trayectoria de Southey. Esta creación, alejada de sus composiciones épicas e investigaciones históricas, evidenció su versatilidad narrativa y la capacidad para fusionar elementos moralizantes con estructuras literarias innovadoras. La transformación posterior del relato ilustra las cambiantes sensibilidades culturales de la época victoriana (Cuthbert Southey, 1855).
En la versión primigenia, una anciana impetuosa y desagradable protagonizaba la narración, contrastando radicalmente con la dulce niña que conocemos en adaptaciones modernas. Este personaje original invadía la residencia de tres osos gentiles, estableciendo un mensaje sobre el respeto a las normas sociales y la propiedad privada. Mediante técnicas como la gradación de tamaños y secuencias repetitivas, Southey construyó una estructura que, sin proponérselo, resultaría idónea para futuras interpretaciones infantiles. La caracterización del trío de osos masculinos y sus reacciones ante la intrusa manifestaban preocupaciones recurrentes en el pensamiento del autor sobre el orden establecido y las consecuencias de alterarlo (Cuthbert Southey, 1855).
La metamorfosis del relato desde una advertencia moral hasta un referente de la literatura infantil mundial ejemplifica las paradojas del reconocimiento literario. Mientras sus extensos poemas y estudios históricos aspiraban a la inmortalidad académica, esta breve narración, concebida inicialmente para el entretenimiento doméstico, se convirtió en el legado más perdurable del autor. La evolución del cuento refleja simultáneamente la transformación de paradigmas educativos victorianos hacia aproximaciones más empáticas con la sensibilidad infantil, evidenciando la capacidad de ciertas obras para trascender sus propósitos iniciales y adaptarse a nuevas interpretaciones generacionales (Cuthbert Southey, 1855).
Los años postreros de un visionario
Los momentos finales de Southey en Greta Hall transcurrieron entre obligaciones literarias y el cuidado de su esposa Edith, quien sufría un grave padecimiento mental. La deteriorada salud de su compañera marcó profundamente su existencia, aunque preservó su metódica rutina creativa hasta que las fuerzas lo abandonaron. El matrimonio con Caroline Bowles en 1839, escritora y confidente de años, iluminó brevemente el ocaso de su vida (Speck, 2006).
La decadencia intelectual se manifestó gradualmente desde 1840, mermando primero su excepcional memoria y posteriormente su capacidad para distinguir rostros familiares. Esta transformación representó un golpe devastador para quien había edificado su mundo alrededor del pensamiento y la erudición. Durante el trienio final, el antes fecundo literato permaneció sumido en la bruma del olvido, circundado por una colección de catorce mil ejemplares que yacían silenciosos en los anaqueles de su biblioteca personal. La muerte lo alcanzó el 21 de marzo de 1843, culminando una trayectoria que abarcó las más diversas expresiones del arte escrito (Speck, 2006).
La resonancia de su obra experimentó singular metamorfosis en las generaciones siguientes. Mientras sus composiciones épicas e investigaciones históricas perdían vigencia, sus aportaciones a la narrativa infantil y experimentaciones epistolares cobraban relevancia insospechada. Sus reflexiones sobre la naciente sociedad industrial y observaciones culturales británicas mantienen actualidad en estudios modernos, evidenciando la permanencia de sus inquietudes sociales y su perspicaz capacidad para retratar una época de profundas transformaciones (Speck, 2006).
Referencias
Arboix, M. (2021). Don Manuel Álvarez Espriella: viajero y observador ficticio español en la Inglaterra de Robert Southey (1802-1803). Alicante, Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes,.
Carnall, G. (2004). Robert Southey and his Age: The Development of a Conservative Mind. Reino Unido: Oxford University Press.
Cuthbert Southey, C. (1855). The Life and Correspondence of Robert Southey. New York: Harper & Brothers, Publishers.
Speck, W. A. (2006). Robert Southey: Entire Man of Letters. New Haven: Yale University Press.