Artículo de información

José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez

1 de julio del 2025

La inteligencia artificial ya no es una promesa futura: es una realidad que se infiltra en nuestras rutinas con una sutileza que asombra y, a veces, descoloca. Los algoritmos deciden lo que vemos, escuchamos, compramos e incluso lo que pensamos. Se han convertido en oráculos modernos disfrazados de conveniencia, penetrando desde nuestros teléfonos hasta nuestras conciencias. En este nuevo orden digital, lo humano parece difuminarse entre líneas de código, y lo orgánico es observado —y replicado— por máquinas que no duermen, no olvidan, no dudan. Y mientras discutimos sus implicancias éticas y sociales en congresos, artículos o cafés, la tecnología sigue su curso, cruzando límites que hasta hace poco eran propios de la ficción (López Domínguez, 2025).

Y fue así como en junio de 2025, una simple cancha de fútbol en Beijing se convirtió en el escenario simbólico de un nuevo tiempo. Allí no hubo jugadores de carne y hueso, no hubo sudor ni gritos humanos; hubo, en cambio, robots humanoides, completamente autónomos, guiados por inteligencia artificial, disputando un torneo internacional como si fuera lo más natural del mundo. La escena parecía absurda hace una década, pero hoy encarna el pulso de la era que vivimos: una en la que lo humano ya no tiene la exclusividad del arte, del razonamiento ni del juego. Ya no se trata de si las máquinas pueden pensar, sino de cómo actúan, deciden y compiten en ámbitos tradicionalmente reservados a nosotros. La IA ha dejado de ser auxiliar: ha tomado el protagonismo, se ha calzado los chimpunes, y ha entrado a la cancha (CCTV+, 2025).

De la mente artificial al cuerpo inteligente

Los avances en inteligencia artificial han sido, en los últimos cinco años, vertiginosos. Lo que antes era exclusivo de laboratorios y departamentos académicos, hoy se integra en servicios bancarios, asistencia médica, procesos industriales y experiencias de consumo digital (Editor, 2025). Pero el salto más audaz no ha sido solo en el procesamiento de datos, sino en la capacidad de estas inteligencias para interactuar con el mundo físico. Es allí donde los robots han comenzado a caminar entre nosotros: primero tímidamente, luego con creciente soltura (Fernández, 2025).

Ya no hablamos solo de brazos mecánicos que ensamblan piezas en una línea de producción. Hablamos de androides que interpretan señales visuales, que se orientan en el espacio, que imitan la voz humana, que aprenden de sus errores. Robots que nos sirven café, que conversan con niños en hospitales, que colaboran en labores de rescate o que guían turistas en aeropuertos. Cada uno de ellos es una combinación de sensores, aprendizaje automático y sofisticación de movimiento. Una fusión de cerebro digital y cuerpo mecánico que borra las viejas fronteras entre lo natural y lo construido (Cuatro, 2025).

Lo que hace una década parecía una excentricidad de ciencia ficción, hoy es una industria en expansión. Japón, Corea del Sur, Estados Unidos y, más recientemente, China, han transformado la robótica en eje central de su política de innovación. Con inversiones multimillonarias y alianzas entre Estado, academia y empresas, estas naciones no solo producen robots: los preparan para convivir con nosotros, para integrarse en nuestras ciudades, hogares y rutinas laborales (Editor, 2025).

Y es justamente esa lógica de integración la que ha llevado a plantear nuevos escenarios de prueba. Si los robots están destinados a compartir con nosotros espacios cotidianos, necesitan desarrollar algo más que capacidad técnica. Necesitan sentido del contexto, reacción emocional simulada, adaptabilidad al entorno y trabajo en equipo. Y pocas actividades humanas reúnen todos esos elementos como el deporte (López Domínguez, 2025).

El ascenso de los atletas de acero

La evolución de los robots desde artefactos industriales hasta entidades sociales ha sido rápida y, en muchos casos, sorprendente. Primero fueron ensambladores silenciosos; luego, asistentes programados; después, plataformas conversacionales; ahora, actores del espacio público. En esa transición, la figura del robot humanoide ha ido ganando terreno: no por estética, sino por funcionalidad. Cuanto más se parezca un robot a nosotros, más fácil es para nosotros interactuar con él (Badillo, 2025).

Los androides actuales no solo imitan la forma humana: intentan replicar nuestra forma de actuar y de responder ante los estímulos del entorno. Utilizan cámaras para ver, micrófonos para oír, sensores de presión para percibir, y sistemas de locomoción cada vez más precisos para caminar, correr y maniobrar. Con IA integrada, pueden tomar decisiones en tiempo real y modificar su comportamiento en función del contexto. Ya no requieren instrucciones paso a paso: aprenden, recuerdan, improvisan (Fernández, 2025).

En este contexto, no es extraño que los desarrolladores hayan dado el siguiente paso: convertirlos en jugadores. Si un robot puede caminar, puede correr. Si puede identificar objetos, puede ubicar un balón. Si puede calcular trayectorias, puede pasar, defender, rematar. Y si puede coordinarse con otros, puede jugar en equipo. La robótica deportiva no es un capricho futurista: es un ejercicio complejo de integración de habilidades motrices, sensoriales y cognitivas. Y en 2025, este experimento alcanzó su punto más alto en una cancha de Beijing (Editor, 2025).

Antes del torneo de fútbol, China ya había probado con robots en boxeo, en carreras de media maratón y en tareas de danza colectiva. Pero el fútbol representaba un desafío mayor: contacto, táctica, agilidad, desequilibrio físico, estrategia compartida. Era, en términos técnicos, una prueba integral de competencia autónoma. Y fue superada. Los robots, con apenas 1.5 metros de altura y construidos por Booster Robotics, respondieron con una eficacia que, si bien aún torpe frente al estándar humano, demostró una capacidad asombrosa de adaptación, aprendizaje y despliegue en tiempo real (CCTV+, 2025).

Robots en la cancha: el inicio de una nueva era

Beijing fue testigo, el 30 de junio de 2025, del primer torneo internacional de fútbol entre robots humanoides autónomos. La final, disputada entre Power Intelligent (Universidad de Tsinghua) y Mountain Sea (Universidad Agrícola de China), terminó con una victoria de 5-3 para los primeros. Pero más allá del resultado, lo que se celebró fue el nacimiento de un nuevo tipo de espectáculo. Uno donde los protagonistas no son humanos, pero actúan como tales. Donde el drama deportivo no nace de la pasión biológica, sino de la precisión calculada (CCTV+, 2025).

Lo fascinante fue ver cómo estos robots, diseñados con sensores, cámaras y algoritmos, no solo corrían detrás de un balón, sino que también se caían, se chocaban, se levantaban y seguían jugando. Algunos, tras un golpe, eran retirados en camilla por técnicos. Otros, simplemente se reactivaban. El público, incrédulo y emocionado, reía, aplaudía y grababa cada jugada. Era como ver un partido de otro mundo, pero jugado en casa. Un ensayo de lo que podría ser el entretenimiento en la era de la post-humanidad (Cuatro, 2025).

El torneo formó parte de los preparativos para los Juegos Mundiales de Robots Humanoides que se celebrarán en agosto. No fue una exhibición, sino una competencia regulada, con árbitros, reglamentos, puntuaciones y cobertura mediática. Transmitido por CCTV+ y recogido por medios de todo el mundo, el evento no solo mostró avances técnicos: envió un mensaje político y cultural. China lidera la carrera por la IA aplicada. Y lo hace con ambición, planificación y narrativa. El fútbol, en este caso, fue el medio. La superioridad tecnológica, el mensaje (Badillo, 2025).

La reflexión es inevitable: ¿es este el futuro del deporte? ¿O es una simulación sin alma de algo que solo tiene sentido en lo humano? La respuesta, tal vez, no sea binaria. Los robots no están aquí para reemplazarnos, sino para convivir con nosotros. Pero para que esa convivencia sea justa y significativa, debemos seguir haciéndonos preguntas. Porque si el gol ya no nace del esfuerzo, sino del cálculo, si el triunfo ya no duele ni se celebra con lágrimas, ¿sigue siendo fútbol? ¿O es otra cosa que apenas estamos empezando a entender? (López Domínguez, 2025).

Referencias

Badillo, R. (30 de Junio de 2025). El Confidencial. Obtenido de China pone a sus robots a jugar al fútbol y generan más entusiasmo que sus homólogos humanos: https://www.elconfidencial.com/tecnologia/2025-06-30/robots-humanoides-futbol-china-1qrt_4162299/

CCTV+. (30 de Junio de 2025). RPP. Obtenido de Beijing fue sede de la final de la Liga Mundial de Fútbol Robótico con robots controlados por IA : https://rpp.pe/tecnologia/mas-tecnologia/beijing-fue-sede-de-la-final-de-la-liga-mundial-de-futbol-robotico-con-robots-controlados-por-ia-noticia-1644095

Cuatro, N. (30 de Junio de 2025). Cuatro. Obtenido de Campeonato de fútbol inédito en China: los jugadores son robots y ninguno está dirigido por humanos: https://www.cuatro.com/noticias/internacional/20250630/campeonato-futbol-inedito-china-jugadores-robots-humanos_18_016009578.html

Editor. (30 de Junio de 2025). RT en Español. Obtenido de China celebra su primer torneo de fútbol entre robots humanoides guiados por IA : https://actualidad.rt.com/actualidad/556212-china-mundial-futbol-robots-humanoides

Fernández, M. (30 de Junio de 2025). El Español. Obtenido de Llegan los partidos de fútbol entre robots humanoides: han comenzado a jugarse en China y causan sensación : https://www.elespanol.com/omicrono/tecnologia/20250630/llegan-partidos-futbol-robots-humanoides-comenzado-jugarse-china-causan-sensacion/1003743827758_0.html

López Domínguez, I. (30 de Junio de 2025). Urban tecno. Obtenido de China ha creado una liga de futbol en la que no participan humanos: los robots son las máximas estrellas: https://urbantecno.com/robotica/china-ha-creado-una-liga-de-futbol-en-la-que-no-participan-humanos-los-robots-son-las-maximas-estrellas