Artículo de información

José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez

4 de noviembre del 2024

La historia de Moisés, una figura central en las tradiciones judía, cristiana e islámica, es un relato de transformación personal y liderazgo que ha trascendido milenios. Nacido en tiempos de opresión y criado entre dos culturas, Moisés emerge como un líder que guía a su pueblo desde la esclavitud hacia la libertad, en un viaje que no solo es físico sino también espiritual. Su vida, marcada por eventos extraordinarios y desafíos monumentales, ha sido objeto de estudio, interpretación y veneración durante siglos.

Desde su milagroso rescate de las aguas del Nilo hasta su papel como legislador y profeta, la narrativa de Moisés abarca temas universales de identidad, fe, libertad y responsabilidad. Su historia, principalmente recogida en los libros del Éxodo, Levítico, Números y Deuteronomio, nos presenta a un hombre que, a pesar de sus dudas y fallos, se convierte en el instrumento de una transformación histórica. A través de su liderazgo, se establecen los fundamentos éticos y legales que han influido profundamente en el desarrollo de la civilización occidental.

Nacimiento y juventud de Moisés: Entre dos mundos

El nacimiento de Moisés se sitúa en un período de gran tensión para el pueblo hebreo en Egipto. Según los textos bíblicos, el faraón de la época, temiendo el crecimiento de la población hebrea, ordenó la muerte de todos los niños varones recién nacidos. En este contexto de peligro, una mujer hebrea dio a luz a un hijo y, en un intento desesperado por salvarlo, lo ocultó durante tres meses (Freedman, 1992).

Cuando ya no pudo esconderlo más, la madre de Moisés tomó una decisión arriesgada. Colocó al bebé en una cesta impermeabilizada y la dejó entre los juncos a la orilla del río Nilo. La hermana del niño se quedó cerca para vigilar qué sucedería. En un giro inesperado del destino, la hija del faraón descubrió la cesta mientras se bañaba en el río (Freedman, 1992).

Movida por la compasión, la princesa egipcia decidió adoptar al niño, a pesar de reconocer su origen hebreo. La hermana de Moisés, que observaba la escena, se ofreció a buscar una nodriza hebrea para el bebé, logrando así que la propia madre de Moisés fuera contratada para criarlo durante sus primeros años (Freedman, 1992).

Moisés creció en la corte del faraón, recibiendo una educación privilegiada y accediendo a conocimientos reservados para la élite egipcia. Esta crianza dual, entre la cultura egipcia y sus raíces hebreas, moldearía su carácter y lo prepararía para su futuro papel como líder y mediador entre dos pueblos (Freedman, 1992).

Huida y llamado divino: Un pastor convertido en profeta

La vida de Moisés dio un giro dramático cuando, ya adulto, presenció el maltrato de un esclavo hebreo por parte de un capataz egipcio. En un acto impulsivo, Moisés intervino y mató al egipcio. Este incidente marcó el fin de su vida en la corte faraónica (Durham, 1987).

Temiendo las represalias por su acción, Moisés huyó de Egipto hacia la tierra de Madián. Allí, lejos de los lujos de la corte, encontró refugio y una nueva vida como pastor. Se casó con Séfora, hija de Jetró, un sacerdote madianita, y se estableció en una vida sencilla y pastoral (Durham, 1987).

Fue durante este período de exilio cuando Moisés experimentó un encuentro que cambiaría el curso de su vida y de la historia del pueblo hebreo. Mientras pastoreaba el rebaño de su suegro cerca del monte Horeb, también conocido como Sinaí, Moisés observó un fenómeno inusual: una zarza que ardía sin consumirse (Tigay, 1996).

Al acercarse para investigar este extraño suceso, Moisés escuchó la voz de Dios llamándolo por su nombre. En este encuentro, recibió el mandato divino de regresar a Egipto y liderar a su pueblo hacia la libertad. A pesar de sus dudas iniciales y su resistencia, Moisés finalmente aceptó la misión, marcando el inicio de su papel como profeta y líder del pueblo hebreo (Tigay, 1996).

El Éxodo: La liberación de un pueblo

El regreso de Moisés a Egipto marcó el inicio de una serie de eventos que culminarían en el Éxodo del pueblo hebreo. Junto con su hermano Aarón, Moisés se presentó ante el faraón, exigiendo la liberación de los israelitas. Sin embargo, el gobernante egipcio se negó repetidamente a acceder a esta petición.

Según el relato bíblico, la negativa del faraón desencadenó una serie de diez plagas que azotaron a Egipto. Estas calamidades, que iban desde la conversión del agua del Nilo en sangre hasta la muerte de los primogénitos egipcios, tenían como objetivo demostrar el poder del Dios de los hebreos y persuadir al faraón para que liberara a los esclavos.

Finalmente, tras la última y más devastadora plaga, el faraón accedió a dejar partir a los israelitas. Sin embargo, poco después de su partida, cambió de opinión y envió su ejército en persecución de los fugitivos. Este giro de los acontecimientos llevó a uno de los episodios más famosos del Éxodo: el cruce del Mar Rojo.

Según la narración bíblica, cuando los israelitas llegaron a la orilla del mar con el ejército egipcio pisándoles los talones, Moisés extendió su bastón sobre las aguas. Milagrosamente, el mar se dividió, permitiendo a los hebreos cruzar sobre tierra seca. Cuando los egipcios intentaron seguirlos, las aguas volvieron a su lugar, aniquilando al ejército perseguidor. Este evento se considera no solo como la culminación de la liberación física de la esclavitud, sino también como el momento de nacimiento de Israel como nación.

Cuarenta años en el desierto: Forjando una nación

Tras el cruce del Mar Rojo, Moisés lideró a los israelitas en un viaje que, según la tradición bíblica, duró cuarenta años a través del desierto del Sinaí. Este período se caracterizó por numerosos desafíos y momentos cruciales en la formación de la identidad del pueblo hebreo (Meyers, 2005).

Uno de los eventos más significativos de este período fue la recepción de los Diez Mandamientos en el Monte Sinaí. Según el relato, Moisés ascendió a la montaña donde recibió de Dios estas leyes fundamentales, grabadas en tablas de piedra. Este acontecimiento no solo proporcionó un código ético y moral para el pueblo, sino que también estableció las bases de la relación entre los israelitas y su Dios (Meyers, 2005).

Durante su tiempo en el desierto, Moisés no solo actuó como líder espiritual, sino también como juez y administrador. Estableció un sistema de gobierno y legislación que abarcaba aspectos religiosos, civiles y penales de la vida comunitaria. Este cuerpo de leyes, conocido como la Ley Mosaica, se convirtió en el fundamento de la sociedad israelita (Meyers, 2005).

El período del desierto también estuvo marcado por momentos de crisis y rebelión. El pueblo, enfrentando las dificultades de la vida en el desierto, a menudo se quejaba y cuestionaba el liderazgo de Moisés. Estos desafíos pusieron a prueba su capacidad de liderazgo y su fe, requiriendo que Moisés actuara como mediador entre el pueblo y Dios en numerosas ocasiones (Meyers, 2005).

El final del viaje: La visión de la Tierra Prometida

A medida que se acercaba el final de los cuarenta años de peregrinación, Moisés se enfrentó a uno de los momentos más difíciles de su liderazgo. Según el relato bíblico, en un episodio conocido como las aguas de Meribá, Dios le ordenó hablar a una roca para que produjera agua para el sediento pueblo. Sin embargo, en un momento de frustración, Moisés golpeó la roca dos veces con su bastón en lugar de hablarle (Tigay, 1996).

Esta acción, interpretada como una falta de fe y obediencia, tuvo consecuencias significativas. Dios informó a Moisés que, como castigo por este acto, no se le permitiría entrar en la Tierra Prometida. A pesar de haber liderado al pueblo durante cuatro décadas, Moisés no podría completar el viaje con ellos (Tigay, 1996).

En los últimos días de su vida, Moisés se dedicó a preparar al pueblo para su futuro en la nueva tierra. Pronunció una serie de discursos, recogidos en el libro de Deuteronomio, en los que repasó la historia del Éxodo, reiteró las leyes y exhortó al pueblo a permanecer fiel a su pacto con Dios (Tigay, 1996).

Finalmente, según la tradición, Moisés ascendió al Monte Nebo, desde donde Dios le permitió ver la Tierra Prometida que no podría pisar. Allí, a la edad de 120 años, Moisés murió. La Biblia afirma que fue enterrado por Dios mismo en un lugar desconocido en el valle de Moab. Su muerte marcó el fin de una era para el pueblo israelita y el comienzo de una nueva bajo el liderazgo de Josué, su sucesor designado (Tigay, 1996).

Referencias

Durham, J. I. (1987). Exodus. Word Biblical Commentary, Vol. 3. Waco, Texas: Word Books.

Freedman, D. N. (1992). The Anchor Bible Dictionary. . New York: Doubleday, New York.

Meyers, C. (2005). Exodus. New Cambridge Bible Commentary. Inglaterra: Cambridge: Cambridge University Press.

Tigay, J. H. (1996). Deuteronomy: The Traditional Hebrew Text with the New JPS Translation. . Philadelphia: Philadelphia: Jewish Publication Society.