Artículo de información
José Carlos Botto Cayo y Abel Marcial Oruna Rodríguez
21 de setiembre del 2024
En el corazón de los Andes, cuando el sol parece alejarse y los días se acortan, surge una celebración milenaria que ilumina el espíritu de los pueblos andinos: el Inti Raymi. Esta “Fiesta del Sol”, cuyo nombre proviene del quechua, es un testimonio vivo de la rica herencia cultural del Imperio Inca, una tradición que ha sobrevivido al paso del tiempo y a los embates de la historia. Cada 24 de junio, coincidiendo con el solsticio de invierno en el hemisferio sur, las antiguas piedras de Cusco y otros lugares sagrados de los Andes vibran con los cantos, danzas y rituales que honran a Inti, el dios Sol, en una espectacular demostración de fe y tradición.
El Inti Raymi no es solo una fiesta; es un puente entre el pasado y el presente, una ventana a la cosmovisión andina que entrelaza lo espiritual con lo terrenal. En esta celebración, el color de los trajes tradicionales se mezcla con el brillo del oro y las plumas, mientras que las ofrendas al Sol se elevan en una ceremonia que busca asegurar buenas cosechas y la prosperidad para el año venidero. Es un momento en el que el tiempo parece detenerse, permitiendo a locales y visitantes sumergirse en la grandeza de una civilización que supo leer los cielos y honrar a la naturaleza con profunda reverencia. El Inti Raymi es, en esencia, un recordatorio vivo de la sabiduría ancestral y un símbolo de la resistencia cultural que sigue floreciendo en el corazón de América del Sur.
Los orígenes ancestrales del Inti Raymi
El Inti Raymi, cuyo significado en quechua es “Fiesta del Sol”, tiene sus raíces en el corazón del antiguo Imperio Inca. Esta celebración, considerada una de las más importantes del calendario inca, fue instituida por el Inca Pachacútec en el siglo XV como una tradición religiosa y cultural en honor a Inti, el dios Sol, la deidad más venerada en la cosmología incaica (Olaechea Tejada, 2019).
Según los relatos del cronista Inca Garcilaso de la Vega, el Inti Raymi originalmente duraba quince días, período durante el cual se realizaban elaboradas danzas y se ofrecían sacrificios al Sol. La festividad coincidía con el solsticio de invierno en el hemisferio sur, que ocurre alrededor del 21 o 22 de junio, marcando el día más corto y la noche más larga del año (Olaechea Tejada, 2019).
El propósito fundamental de esta ceremonia era honrar al Sol y suplicar su regreso, ya que después del solsticio de invierno los días comienzan a alargarse. Para los incas, este fenómeno astronómico tenía un profundo significado espiritual y práctico, pues estaba íntimamente ligado a sus ciclos agrícolas y a su comprensión del cosmos (Olaechea Tejada, 2019).
La celebración se llevaba a cabo en la gran plaza de Huacaypata (actual Plaza de Armas del Cusco) y en el Coricancha, el templo principal dedicado al Sol. El Inca, considerado hijo del Sol, presidía las ceremonias acompañado de la nobleza y miles de súbditos que acudían desde los cuatro suyos o regiones del imperio para participar en este evento trascendental (Olaechea Tejada, 2019).
La evolución del Inti Raymi: de Manco Cápac a Pachacútec
El Inti Raymi, aunque tradicionalmente asociado con el imperio incaico en su apogeo, tiene raíces que se remontan a los inicios mismos de la civilización inca. Según las crónicas, Manco Cápac, el mítico fundador del imperio, estableció la fiesta a nivel oficial cuando los incas se asentaron en el valle del Cusco, celebrándola inicialmente en el cerro sagrado de Huanacauri. Esta ubicación inicial subraya la importancia de la conexión entre la tierra y el cielo en la cosmovisión andina, un concepto que persistiría a lo largo de la historia del Inti Raymi (Vega & Guzmán Palomino, 2005).
Durante el reinado de Yahuar Huacca, el Inti Raymi ya se había consolidado como la principal festividad del estado cusqueño, celebrándose una vez al año. Sin embargo, fue bajo el imperio de Pachacútec, el gran reformador del mundo andino, que el Inti Raymi alcanzó su máxima expresión y complejidad. Pachacútec reorganizó la festividad, estableciéndola como una de las cuatro grandes fiestas anuales del imperio, junto con el Cápac Raymi, el Situay y el Aymoray. Esta reestructuración reflejaba la creciente sofisticación del imperio inca y su deseo de utilizar las festividades religiosas como un medio para consolidar su poder y unificar su vasto territorio (Vega & Guzmán Palomino, 2005).
La transformación del Inti Raymi bajo Pachacútec no solo implicó una mayor elaboración de los rituales, sino también una expansión de su significado político y social. La fiesta se convirtió en un momento crucial para la reafirmación de la jerarquía imperial, con la participación de nobles y curacas de todo el Tahuantinsuyo. Este aspecto político se evidenciaba en la disposición espacial durante la celebración: los orejones (nobles incas) ocupaban la plaza de Haucaypata, mientras que los curacas provincianos y los yanacuracas se ubicaban en la plaza de Cusipata, reflejando visualmente la estructura social del imperio (Vega & Guzmán Palomino, 2005).
Además de su función política, el Inti Raymi bajo Pachacútec adquirió un papel económico significativo. La festividad se convirtió en un momento clave para la recepción de tributos y la redistribución de bienes. Los tocricos (gobernadores provinciales) presentaban al Inca informes detallados sobre el estado de sus provincias y entregaban los tributos recaudados. Este sistema de tributación y redistribución, simbolizado y ritualizado durante el Inti Raymi, fue fundamental para la economía y la cohesión del imperio inca, demostrando cómo la festividad religiosa se entrelazaba intrínsecamente con los aspectos prácticos del gobierno imperial (Vega & Guzmán Palomino, 2005).
Los rituales y ceremonias del Inti Raymi
El Inti Raymi era una celebración compleja que involucraba una serie de rituales y ceremonias meticulosamente planeados. Uno de los aspectos más importantes era el ayuno y la abstinencia que precedían a la festividad. Tres días antes de la ceremonia principal, los participantes iniciaban un riguroso ayuno, alimentándose solo con un poco de maíz blanco, agua simple y un compuesto de hierbas llamado chuca. Durante este período, estaba prohibido encender fuego en toda la ciudad, y tanto los curacas como los orejones se abstenían de todo contacto sexual (Pinilla Pulido, 2018).
El día de la ceremonia principal comenzaba antes del amanecer, con el Inca y su séquito dirigiéndose a la plaza de Haucaypata. El Inca, en su papel de Sumo Sacerdote, realizaba la primera ofrenda al Sol. Con los pies descalzos y los ojos fijos en el horizonte oriental, esperaba la aparición del astro rey. Al despuntar el Sol, los asistentes se postraban y comenzaban a entonar cánticos que iban aumentando en intensidad a medida que el Sol se elevaba en el cielo (Pinilla Pulido, 2018).
Un elemento central de la ceremonia era el sacrificio de animales, principalmente auquénidos. El primer sacrificio del día estaba destinado a los agüeros, donde se examinaban cuidadosamente las entrañas del animal para obtener pronósticos sobre el año venidero. Posteriormente, se realizaban más sacrificios, cuya carne se distribuía entre los participantes y se ofrecía al Sol. El fuego para estos sacrificios debía ser “nuevo”, obtenido directamente de los rayos del Sol mediante un brazalete cóncavo de oro muy pulido (Pinilla Pulido, 2018).
La celebración también incluía elaboradas procesiones, como la de las momias de los antiguos gobernantes incas y la de los ídolos sagrados. Estas procesiones no solo tenían un significado religioso, sino que también servían para reafirmar la continuidad dinástica y la legitimidad del gobierno inca. El Inti Raymi concluía con una serie de banquetes y la distribución de regalos por parte del Inca, reforzando así los lazos de reciprocidad y lealtad entre el gobernante y sus súbditos (Pinilla Pulido, 2018).
El Inti Raymi: Un legado vivo de la cultura andina
El Inti Raymi, tal como se celebra hoy en Cusco y otros lugares de los Andes, es mucho más que una recreación histórica o un espectáculo turístico. Es la expresión viva de una cosmovisión que ha sobrevivido a siglos de cambios y desafíos. Esta celebración anual sirve como un poderoso recordatorio de la resiliencia cultural de los pueblos andinos y su capacidad para adaptar y mantener sus tradiciones en un mundo en constante cambio.
A través de sus elaborados rituales, danzas y ofrendas, el Inti Raymi continúa tejiendo un hilo invisible que conecta el pasado con el presente. Ofrece a las generaciones actuales una oportunidad única de experimentar y participar en prácticas que han dado forma a la identidad andina durante siglos. Al mismo tiempo, permite a los visitantes vislumbrar una forma diferente de entender el mundo, basada en una profunda conexión con la naturaleza y los ciclos cósmicos.
En un contexto global donde muchas tradiciones ancestrales se están perdiendo, la persistencia y la vitalidad del Inti Raymi adquieren un significado especial. No solo preserva conocimientos y prácticas antiguas, sino que también afirma la relevancia continua de la sabiduría andina en el mundo contemporáneo. El Inti Raymi nos recuerda que el pasado no es un libro cerrado, sino una fuente viva de inspiración y conocimiento que puede informar nuestro presente y guiar nuestro futuro.
Referencias
Olaechea Tejada, J. (24 de Junio de 2019). Andina. Obtenido de Inti Raymi: el Sol sale para todos: https://portal.andina.pe/edpespeciales/2019/inti-raymi/index.html
Pinilla Pulido, A. (2018). El Inti Raymi (Fiesta del Sol). De la revitalización a la reivindicación de la cosmovisión de los pueblos/naciones andinas en Madrid. Scripta Ethnologica, vol. XL,, 85-114.
Vega, J. J., & Guzmán Palomino, L. (2005). El Inti Raymi Inkaico: La Verdadera Historia de la Gran Fiesta del Sol. BOLETÍN. Museo de Arqueología y Antropología (UNMSM) volumen 6 numero 1, 37-71.